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Por Romeo LopCam-14 agosto, 2014
En pleno centro de Tlalpan se encuentra la Cooperativa Café Victoria, un proyecto que desde 2009 a la fecha, ha ido creciendo con el objetivo de construir una alternativa de trabajo digno y bien remunerado para sus integrantes. Y aunque dicha meta no se ha logrado por completo, los pasos que estos han dado en dicho sentido no son, en modo alguno, insignificantes. Por el contrario, sus esfuerzos han derivado en beneficios bastante tangibles.
Reconociendo problemas comunes
La historia de dicho proyecto se remonta al año 2006, cuando las trabajadoras y trabajadores de una serie de locales de supuesto comercio justo denominados globalmente como Cafetlán —en los que además de café se servía comida—, empezaron a tener problemas con sus patrones a raíz del fracaso comercial derivado de la apertura de dos sucursales adicionales a la que se encontraba en Tlalpan, las cuales a decir de estos últimos, no funcionaron como debían ni tuvieron éxito porque sus empleados «eran unos huevones».
Esto por supuesto causo molestia entre todos ellos y detonó que iniciaran un proceso de reconocimiento de su identidad como trabajadores, en el que identificaron problemas comunes referentes a su situación laboral, tales como el no contar con: un contrato de trabajo por escrito, seguridad social, aguinaldo, o vacaciones; o el de que sus ingresos fluctuaran de acuerdo a las propinas. Es decir, enunciaron y comenzaron a plantear soluciones para resolver lo que Tania Turner —quién realizó su tesis de licenciatura en Sociología sobre esta experiencia— calificó como una situación evidente de «precariedad laboral».
La dirección exacta del Café Victoria es: calle Guadalupe Victoria s/n, locales 11, 12 y 13 del Mercado de la Paz, justo atrás del edificio de la delegación Tlalpan.
Jóvenes de entre 20 y 35 años con estudios medios superiores y superiores, varios habían participado en movimientos sociales como el desarrollado entre 1999 y 2000 en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), lo cual sin duda influyó en el hecho de que ante una serie de atropellos, supieran reaccionar de manera colectiva y organizada.
En un lapso no mayor a tres meses empezaron a tener reuniones periódicas en las que articularon sus demandas, constituyéndose de manera relativamente rápida como el Colectivo de Trabajadores Asalariados de Cafetlán, mismo que acreditó el despido injustificado de uno de los empleados en la sucursal de Coapa (el otro renunció voluntariamente) ante la Junta de Conciliación y Arbitraje, con el apoyo y la asesoría legal del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical A. C., que más tarde —ante el agravamiento del conflicto con los patrones— les terminaría recomendando que se afiliaran al Frente Auténtico del Trabajo (FAT), suma de sindicatos y organizaciones que promueve el socialismo autogestionario. Así lo hicieron, no sin antes dejar en claro que mantendrían inalterados sus principios, tales como la horizontalidad y la rotatividad.
Cuando esto sucedió los patrones reaccionaron con la típica soberbia de quien se siente protegido, o de menos solapado por la inoperancia de las leyes laborales mexicanas, llegando a decirles que ellos no eran trabajadores sino «becarios que recibían un apoyo», afirmando además que «beneficios» como el de la «alimentación» (tenían derecho a una comida en el local) y el «transporte» (pago de taxi para los trabajadores del turno que concluía a las 11 de la noche), se los iban a tener que devolver de manera retroactiva.
Fotografía: Romeo LopCam
Fotografía: Romeo LopCam
El ambiente se tornó muy tenso y los problemas no cesaron. Su demanda de firmar un Contrato Colectivo de Trabajo en donde se negociaran los términos bajo los cuales se establecía la relación laboral, fue continuamente desestimada por los dueños, cosa que orilló a los trabajadores a emplazar a una huelga con el objeto de sentarlos negociar. Dicha huelga dio inicio el 21 de marzo de 2006 y por increíble que parezca, aún no termina. Me comentaron que muchas veces, han tenido la sensación de que la propia Junta de Conciliación y Arbitraje alarga deliberadamente el proceso con el objeto de cansarlos. Sin embargo, como veremos en breve, han sabido sortear ésta trampa no ateniéndose a sus tiempos.
A partir de la fecha mencionada los entonces huelguistas pasaron por un puñado de situaciones delicadas, tales como la sustracción del equipo que estaba bajo su resguardo por parte de los patrones, el levantamiento de una demanda por parte del arrendatario del lugar —misma que no prosperó—, o la declaratoria de inexistencia de su huelga por parte de la mentada Junta de Conciliación y Arbitraje —decisión que fue revocada después de un año, luego de la tramitación de un amparo—; todo ello mientras mantenían un plantón en las afueras del que fuera su centro de trabajo, el cual dieron por terminado en noviembre de 2008. Esto último, no como una claudicación en sus demandas, sino para salir del pantano legal en que los había metido la burocracia que en teoría debería coadyuvar en el cumplimiento de las leyes laborales.
Construyendo la utopía laboral
Como bien dijo Eduardo Galeano, la utopía siempre está en el horizonte y sirve para caminar. Cuando las trabajadoras y trabajadores de Cafetlán empezaron a constatar que la vía legal ya no les ofrecía mayores salidas, comenzaron a imaginar su propia utopía laboral, que incluía el mantener y fortalecer las relaciones de compañerismo que habían forjado durante su plantón, ser dueños de sus propios medios de producción, ganar un salario digno, tener prestaciones laborales básicas, establecer verdaderas relaciones de comercio justo con los productores, tener vacaciones pagadas y lo principal, prescindir por completo de la figura del patrón.
Organizando diversos eventos, vendiendo café y pan a los transeúntes, boteando mientras repartían volantes en donde informaban sobre su situación, y endeudándose con unos cuantos amigos y familiares; el Colectivo de Trabajadores Asalariados de Cafetlán empezó a construir el sueño de una cooperativa que acabaría por llamarse Café Victoria, en aparente alusión a la calle en la que hoy se sitúa —Guadalupe Victoria—, pero que antes que eso, refleja la voluntad de ganar con la que sus integrantes emprendieron dicho esfuerzo.
En cuanto levantaron el plantón comenzaron a buscar posibles lugares, lo que los llevó a establecer un acuerdo de comodato con doña Rosa, una locataria del mercado de Tlalpan que atendía un par de accesorias en las que se servían comidas corridas. Estas fueron remozadas y adecuadas para funcionar como café por los propios cooperativistas, quienes además compraron las máquinas necesarias para tostar, moler y preparar el grano. Meses más tarde, su vecina, doña Ana, establecería con ellos un convenio similar.
Fotografía: Romeo LopCam
Fotografía: Romeo LopCam
La inauguración oficial ocurrió en enero de 2009, en un ambiente festivo. Su primer salario fue de 10 pesos por cada turno de 8 horas trabajado, el cual ha ido subiendo paulatinamente hasta llegar a los 250 pesos que ganan en la actualidad. Para contrastar, cuando estallaron la huelga en Cafetlán, ganaban 96 pesos por jornada. Ricardo, quien atendía la cocina mientras yo tomaba fotografías para este artículo me comentó: «tenemos la meta de llegar a 300 pesos este año».
Asimismo me platicó de su búsqueda de alternativas para tener seguridad social, las cuales sin embargo no se han concretado. Por lo pronto, la cooperativa los apoya con dinero para las medicinas en caso de enfermedad. Precisamente, una situación que actualmente los tiene con el ánimo algo bajo, es que a uno de ellos le fue diagnosticado un padecimiento de cierta gravedad, por lo que está bajo permiso indefinido con goce de sueldo, además de que todos sus compañeros participan activamente en la organización de eventos para recaudar fondos con el fin de pagar su tratamiento. El apoyo mutuo es otro de sus principios básicos.
Otras prestaciones con las que cuentan son el «permiso de paternidad» de cinco semanas pagadas en el caso de ellos y el «permiso de maternidad» de seis meses pagados en el caso de ellas. Ambos casos ya fueron puestos en práctica en una ocasión cada uno. Por si fuera poco, todos pueden realizar sus tres comidas en el local, además de seguir contando con el apoyo para transporte en caso de que tengan que salir muy noche de trabajar.
Los horarios de venta y atención al público son: de lunes a viernes entre las 7:30 y las 22:00 horas, sábados de 8:00 a 22:30, domingos y días festivos de 8:00 a 22:00 horas.
En cuanto a su carta, en ella ofrecen un excelente café de Oaxaca, Veracruz y Chiapas, que le compran directamente a los productores; panqués, hojaldres y pays de queso con mermelada, que hornean ellos mismos; diversos tipos de baguettes y ensaladas, así como sincronizadas y molletes. Por supuesto cuidan siempre que la manipulación de los alimentos sea higiénica y las porciones generosas. Y aún corriendo el riesgo de que esto parezca un «infomercial», no puedo dejar de mencionar que todo lo que anuncian en su carta sabe muy bien.
Al manejar precios que están entre un 30% y un 50% por debajo de los que muestran el resto de los negocios de la zona, su clientela es muy amplia. A ésta la integran, entre otros: burócratas de la delegación Tlalpan, académicos de centros de investigación aledaños —como el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)—, jóvenes estudiantes, activistas de múltiples causas, médicos y enfermeras de hospitales cercanos, adultos mayores que acuden cada semana a la explanada de Tlalpan para bailar danzón, e incluso monjas y curas de la Universidad Pontificia de México.
Su máxima instancia para la toma de decisiones es la asamblea, en donde todos tienen los mismos derechos y en la que —por lo que he podido observar— suelen repartirse las obligaciones de manera bastante equilibrada. Por supuesto en todos estos años han sorteado varios conflictos nada sencillos, tanto a lo interno como a lo externo. Como la vez en que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) les cortó la luz «por falta de pago», no solo a ellos sino a todo el mercado, ante lo cual promovieron una protesta de locatarios frente al edificio delegacional, después de lo cual les fue restablecido el servicio.
Finalmente, considero destacable el hecho de que aquellos que iniciaron el proyecto no son los mismos que lo mantienen hoy día, varios han decidido salirse para buscar otras oportunidades y experiencias, aunque de estos, la mayoría mantiene una relación de profunda amistad con sus antiguos compañeros de trabajo. Actualmente sólo cinco de los fundadores continúan, los otros diez miembros se han ido incorporando a lo largo de todo este proceso, cosa que lejos de ser negativa, nos habla del grado de consolidación que han logrado. La autogestión de la que muchos sólo hablamos, es practicada por estos hombres y mujeres día con día. Para cualquiera que se les acerca, los resultados de su tenacidad saltan a vista.