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Cientos de catrinas salieron la tarde de ayer del Zócalo capitalino en marcha hacia el Hemiciclo a Juárez, en una convocatoria sólo para mujeres, con la que expresaron su rechazo a las miles de muertes y desapariciones de sus congéneres en todo el paísFoto Cristina Rodríguez
Blanca Juárez
Periódico La Jornada
Miércoles 2 de noviembre de 2016, p. 33
El Día de Muertos fue para ellas el Día de las Muertas. Mujeres de diferentes frentes de lucha convocaron ayer a varias manifestaciones en la capital del país. El objetivo común fue exigir «Ni un feminicidio más».
De acuerdo con estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en México ocurren siete feminicidios al día.
Una procesión de catrinas feministas, que salió del atrio de la Catedral Metropolitana al grito de «¡ni una asesinada más!», fue la primera de las manifestaciones. Partió poco después de las seis de la tarde y llegó casi a las ocho de la noche al Hemiciclo a Juárez.
Vestidas de negro y maquilladas como ese personaje de la crítica social, La Catrina, se abrieron camino entre cientos de personas que acudieron al Zócalo para visitar la muestra de trajineras con motivo del Día de Muertos. «El patriarcado nos está matando», coreaban las mujeres.
A su paso rumbo al Hemiciclo se toparon con enfermeras posesionadas por algún demonio, duendes, payasos diabólicos y monstruos que las miraban sorprendidos. Se trataba de los disfrazados que pedían «para su calaverita».
La convocatoria fue de diferentes organizaciones feministas y fue una marcha separatista: sí, sólo para mujeres y niñas. Pequeñas catrinas caminaban en el contingente de la mano de sus mamás.
Integrantes de la policía capitalina formaron una valla a lo largo de la calle 5 de Mayo; la mayoría eran mujeres. Serias, miraban que las otras, con las caras blanquísimas y los ojos negros, acusaban al Estado por los miles de feminicidios.
Las Catrinas, se sabe, están muertas. Qué mejor manera «de representar a las asesinadas y de exigir que aparezcan con vida las que han sido desaparecidas. Es una emergencia nacional», señaló la activista Daniela Lombardo Híjar.
La segunda manifestación fue de trabajadoras sexuales. En la esquina de Buenavista y Puente de Alvarado, cerca del Metro Revolución, montaron una ofrenda por «las caídas». Un número incontable, decía Mary, quien labora en esa zona también desde tiempo incalculable.
Unas han muerto por enfermedades, otras por alcoholismo o drogadicción. «Pero la mayoría han sido asesinadas», sostuvo. Con su compañera Minerva comenzó a colocar el altar a las cuatro de la tarde, que terminaron otras por la noche. Una jardinera de tierra seca, con una que otra mala hierba, les sirvió para su ofrenda.
«No encuentro palabras para expresar la rabia, el dolor y la tristeza que estas muertes causan. Siento que las agresiones representan la expresión más extrema de la misoginia, del abuso de poder», escribió Minerva en una cartulina blanca. La pancarta lleva la foto de Paola Ledezma, una trabajadora trans asesinada.
La primera manifestación inició después de las 12 del día en el Memorial a las Víctimas, en el Bosque de Chapultepec. Ahí, activistas de la organización México en Alerta de Género colocaron una corona fúnebre para recordar a las miles de mujeres y niñas que «han perdido la vida por un crimen de odio: el feminicidio».
Por cada uno que se conoce, hay por lo menos otro que no se sabe, afirmó Wendy Figueroa, directora de la Red Nacional de Refugios. Las agresiones contra las mujeres suceden de manera tan cotidiana en todo el país que, «si hiciéramos un análisis real, en todos los estados» el gobierno federal tendría que declarar alerta de violencia de género, afirmó.
«Mientras estamos aquí, muchas mujeres están siendo desaparecidas. Quizá a algunas las encontremos, pero sin vida», y la mayoría de estos casos no se conocerán ni se contabilizarán, lamentó.