http://www.jornada.unam.mx/2013/07/14/mundo/020a1mun?partner=rss
Hola. Me llamo Ed Snowden. Hace poco más de un mes tenía familia, un hogar en el paraíso y vivía con gran comodidad. También tenía la capacidad de buscar, capturar y leer las comunicaciones de ustedes sin necesidad de orden judicial alguna. Las comunicaciones de cualquier persona, en cualquier momento. Es decir, el poder de cambiar el destino de las personas.
Es también una grave violación a la ley. La Cuarta y Quinta Enmiendas a la Constitución de mi país, el artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y numerosos estatutos y tratados prohíben tales sistemas invasivos de vigilancia en masa. Aunque la Constitución de Estados Unidos marca como ilegales tales actos, mi gobierno afirma que veredictos judiciales secretos, que el mundo no tiene permitido ver, legalizan de alguna manera un acto ilícito. Esos fallos simplemente corrompen la noción más elemental de justicia: que los actos deben estar sujetos a escrutinio. Lo inmoral no puede volverse inmoral mediante el uso de una ley secreta.
Creo en el principio declarado en Nuremberg en 1945: «Los individuos tienen deberes internacionales que trascienden las obligaciones nacionales de obediencia. Por lo tanto, los ciudadanos individuales tienen el deber de violar las leyes nacionales para prevenir que ocurran crímenes contra la paz y la humanidad».
Por consiguiente, hice lo que creí correcto y emprendí una campaña para corregir esos ilícitos. No busqué enriquecerme. No busqué vender secretos de Estados Unidos. No me asocié con ningún gobierno extranjero para garantizar mi seguridad. Lo que hice fue llevar lo que sabía al público, para que algo que nos afecta a todos pudiera ser discutido por todos a la luz del día, y pedí justicia al mundo.
Esa decisión moral de revelar al público un espionaje que nos afecta a todos ha sido costosa, pero fue lo correcto y no me arrepiento de ella.
Desde ese momento el gobierno y los servicios de inteligencia de Estados Unidos han intentado ponerme de ejemplo, de advertencia a otros que pudieran hablar como yo lo he hecho. Me han convertido en un apátrida y un perseguido a causa de mi acto de expresión política. El gobierno de Estados Unidos me ha colocado en una lista de personas que no pueden abordar un avión. Exigió al gobierno de Hong Kong que me repatriara dentro del marco de sus leyes, en violación directa al principio de no represión: la Ley de las Naciones. Ha amenazado con sanciones a los países que respalden mis derechos humanos y el sistema de asilo de Naciones Unidas. Incluso ha dado el paso sin precedente de ordenar a sus aliados militares detener en tierra el avión de un presidente latinoamericano, en su búsqueda de un refugiado político. Estas peligrosas escaladas representan una amenaza no sólo a la dignidad de América Latina, sino a los derechos fundamentales que comparten todas las personas, todas las naciones, de vivir libres de persecución, y de buscar y gozar de asilo.
Sin embargo, aun a la vista de esta agresión históricamente desproporcionada, naciones de todo el mundo han ofrecido apoyo y asilo. Estas naciones, entre ellas Rusia, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, tienen mi gratitud y respeto por ser las primeras en oponerse a las violaciones a los derechos humanos perpetradas por los poderosos, más que por los carentes de poder. Al negarse a transigir en sus principios ante la intimidación, se han ganado el respeto del mundo. Es mi intención viajar a cada uno de esos países para expresar en persona mi gratitud a su pueblo y sus líderes.
Hoy anuncio mi aceptación formal de todas las ofertas de apoyo y asilo que me han extendido y todas las demás que se me hagan en el futuro. Con, por ejemplo, la garantía de asilo ofrecida por el presidente Maduro de Venezuela, mi estatus de asilado ya es formal, y ningún Estado tiene fundamento para limitar o interferir con mi derecho a disfrutar de ese asilo. Sin embargo, como hemos visto, algunos gobiernos de los estados de Europa occidental y Norteamérica han demostrado disposición a actuar fuera de la ley, y esa conducta persiste hoy. Esta amenaza ilegal me hace imposible viajar a América Latina y disfrutar del asilo que me ha sido concedido allá de conformidad con nuestros derechos compartidos.
Esta intención de estados poderosos de actuar en forma extralegal representa una amenaza para todos nosotros, y no se debe permitir que la lleven a cabo. En consecuencia, solicito la ayuda de ustedes para exigir garantías de salvoconducto a las naciones relevantes para asegurar mi traslado a América Latina, así como solicito asilo en Rusia hasta el tiempo en que esas naciones accedan a cumplir la ley y permitan mi traslado legal. Presentaré hoy mi solicitud a Rusia, y espero que la respuesta sea favorable.
Si tienen alguna pregunta, contestaré lo que pueda.
Gracias.