http://www.jornada.unam.mx/2013/08/10/oja-ojos.html
Foto: Gildardo Magaña
Desde hace más de veinte años, en las montañas de los pueblos mayas de Chiapas cabalga la libertad. Muchas veces, sobre todo a raíz de su levantamiento en 1994, vistos con morbo o temor; más veces no vistos ni nombrados por la “opinión pública”. Como si con eso dejaran de existir. También de entonces data que fueran admirados con empatía, esperanza, solidaridad y eventualmente participación por organizaciones, grupos y personas de todo México y decenas de países en los cinco continentes, nomás. Y allí entre ellos, no olvidemos, estrenaron las armas de comunicación global instantánea, hoy tan comunes. Eran libertades que se encontraron.
Con una concreta autonomía territorial y de gobierno, en construcción desde diciembre de 1994 —y de inmediato golpeada con una brutal ocupación militar en febrero de 1995—, la experiencia de gobierno y autogestión zapatista evolucionó sin tregua. En agosto de 2003 fueron creadas las Juntas de Buen Gobierno, y los cinco centros de encuentro conocidos antes como Aguascalientes se transformaron en sedes de gobierno regional, o Caracoles.
La ardua tarea colectiva de edificar una vida distinta y posible ha ocupado los días y los años de centenares de pueblos campesinos ancestrales, viejos, modernos o recién creados, de tsotsiles, tseltales, tojolabales, choles, mames, zoques. Municipios y regiones autónomas donde pusieron en marcha sistemas alternativos de salud, educación, producción y comercialización, justicia, debate y decisión colectiva de gobierno. En pocas partes del mundo alguna colectividad —y aquí son cientos de pueblos— puede decir lo mismo.
Muchas veces han ocultado el rostro, pero nunca sus ojos, en un camino a la libertad que no comenzó el primero de enero de 1994. Los tiempos de esclavitud, acasillamiento y manipulación política y religiosa habían quedado atrás. Porque eran libres fue que se alzaron, invocando ahora sí la liberación nacional.
Los años han pasado, atroces y traicionados en todo el país. La corrupción, la violencia, la injusticia, el racismo, la ilegalidad como forma de gobierno, la devastación, el despojo, la expulsión y la cesión de la soberanía al mejor postor representan un desafío definitivo a nuestra libertad como mexicanos, como ciudadanos, como seres humanos. En los ojos de los indios zapatistas, en sus pies plantados sobre la tierra de modo tan poderoso y distintivo, sigue viva una respuesta. Ellos sí han hecho posible la posibilidad, y son libres.