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Reflexiones de Amador Fernandez-Savater y amigos
Ema y yo conversamos con Börries y Tuline durante la cena sobre lo que hemos visto y vivido durante el día en Ciudad de México. Y me parece que salen, en modo conversación (aleatorio, informal), algunos temas bien importantes.
—UNA SOLIDARIDAD QUE ROMPE MOLDES. Tuline nos relata lo que han visto en División del Norte con Miguel Ángel de Quevedo: una cantidad impresionante de gente, jóvenes, familias, distribuyendo sandwiches, agua, etc. Y la gente haciendo compras enormes, pero no para ellos mismos (como hemos visto en otras catástrofes), sino para llevarlas a centros de acopio, para los demás.
Börries agrega: sobre todo esos chavos, que cuando los ves en la noche te cambias del lado de la calle, y ahora son los más prendidos. Entran en edificios que están a punto de caerse y sacan documentos y pertenencias. Entran en grupos de cuatro (por la fragilidad) en edificios que no son los propios y arriesgan la vida para ayudar a gente que no conocen. Un amigo común ha encontrado a su Dealer que lleva 15 horas sin dormir trabajando en la fábrica colapsada de la Colonia Obrera :)
Y también gente fresa (pija), tipos en camionetas 4×4 cargadas hasta los topes y que han comprado los mejores alimentos para distribuir: buen atún, buenas manzanas, comida fresca, etc.
Todo el mundo quiere ayudar. Por la calle ves camiones y camiones llenos de gente. El problema es saber cómo hacerlo. A veces resulta difícil orientarse en la red porque hay bulos o noticias atrasadas. Los centros de acopio funcionan también como centros de acopio de información. Hay gente en bici que recorre las zonas y cuentan luego en el centro de acopio qué se necesita exactamente (por ejemplo: no más comida, sino pilas, lámparas y cuerdas) y dónde.
-LOS SÍMBOLOS DE LO COMÚN. Discutimos si encontramos esa solidaridad en la vida cotidiana en Ciudad de México. Tuline dice que no y pone como ejemplo la dureza diaria en los transportes. Ema dice que sí pero entre grupos específicos (las mujeres, por ejemplo). Pero el cambio ahora es que la solidaridad es entre desconocidos.
Por todos sitios hay banderas mexicanas. En los camiones, prendidas en la ropa de los brigadistas. En los cascos se escribe “¡Fuerza México!” y cuando logra rescatarse a alguien se grita “¡Viva México!”
Börries se pregunta qué se quiere significar con eso. Está el discurso “nacionalista pendejo”, pero muy reinterpretado. Es un símbolo de que aquí estamos, la simbolización de una gran comunidad, inclusiva. A nadie le importa si la persona a rescatar es española o centroamericana. La bandera estos días es totalmente otra cosa que un símbolo identitario, está resignificada.
Hablamos también de cómo los medios de comunicación tratan de “reestatizar” el relato de lo que pasa, hablando de lo que hacen Peña Nieto o el ministro Osorio Chong. Reestatizar lo que es un verdadero desborde.
-¿APRENDE EL ESTADO? Esta no es una catástrofe inesperada. Y es un sismo bastante menor que el del 85. ¿Qué hubiera pasado si hubiese sido igual de fuerte?
Se ve claramente que el Estado no está preparado. Sólo el hecho de que la gente tenga que comprar insulina y llevarla directamente es una evidencia muy clara de ello.
¿Después del sismo del 85 cambió algo sustancialmente? ¿La estructura urbana, la seguridad de las casas? ¿Hubo juicios entonces a los responsables de los edificios que no cumplían las normas de seguridad, los habrá ahora? Discutimos largo sobre ello, que sí, que algo, que nada.
Ema dice: la solidaridad tiene que convertirse en protesta. No puede naturalizarse simplemente que cuando hay una catástrofe el gobierno desaparece y la gente ayuda. Hay responsabilidades, hay preguntas críticas que hacerse sobre la prevención, sobre la ciudad, sobre la vida común, sobre el Estado.
¿Aprende algo el Estado en una catástrofe, como estructura?
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#BrigadasAutonomas Pronunciamiento político ante los sismos en México
Al pueblo de México
Al Concejo Indígena de Gobierno
Al Congreso Nacional Indígena
Al Ejército Zapatista de Liberación Nacional
A la Sexta Nacional e internacional
Somos colectivos e individuos adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, simpatizantes del EZLN y el CNI y personas de abajo y a la izquierda solidarios con el sufrimiento de nuestros hermanos víctimas de los recientes sismos y del sistema depredador que solo muerte es.
Como en 1985, los que dicen ser gobierno quedaron totalmente superados por la realidad. Hoy su país de las maravillas no lo ven ni ellos. Mientras tanto, somos los de abajo quienes sufrimos las consecuencias de estos desastres naturales y socio ambientales. Como hace 32 años, hoy el pueblo mexicano es el que sale a las calles y a los poblados a aportar su ayuda, quien entrega lo poco que tiene para socorrer al otro, al que sufre, al desconocido, al hermano. Algunos de los que tienen mucho, aportan mucho, entre quienes poco tienen, aportan lo que pueden, a veces todo lo que está en sus manos. Quienes nada tienen entregan su corazón y se prestan a servir en lo que sea requerido. Son quienes abarrotan las calles y se coordinan para juntar ayuda y distribuirla. Pequeños empresarios apoyan dando alimento y bebida a quienes su tiempo y esfuerzo obsequian. La esperanza, real, surge de esas sonrisas y esas miradas solidarias.
Ante esta respuesta común, creativa, creadora, autogestiva, el mal gobierno responde de la única manera que conoce: con la violencia, llamando protección civil a la ocupación militar represiva. Lejos de hacer lo que es su obligación, socorrer a las víctimas, envía al ejército, a la marina y a las diferentes corporaciones policiacas, a ocupar la vida civil y evitar el encuentro entre los de abajo. En actos de bandidaje, sus agentes de la violencia roban la ayuda que el pueblo reúne, y las desvían para entregarlas condicionalmente y promoviendo a sus figuras, gobiernos, instituciones y partidos. En los lugares de desastre el Estado se interpone entre quienes trabajan para evitar siquiera que se comuniquen y coordinen. Por estos días hemos visto cómo se implementa una versión del Plan DN-III, nombrada Plan-MX. Según apreciamos, el ejército acude a los lugares de desastre, donde el pueblo lleva horas o días participando exitosamente salvando vidas, y de manera prepotente desplaza a los rescatistas para tomar el control del lugar y operar de manera por demás inútil, incrementando el riesgo de muerte de quienes están atrapados en los derrumbes. En otros puntos, su acceso es amable y colaborativo frente a cámaras o con el sombrero ajeno de la solidaridad del pueblo, cambian de estrategia e impiden o entorpecen la continuidad de los trabajos de rescate. En cualquier caso, cuando se rescata a una víctima, se apresuran a montar una escena mediática en la cual aparecen como los héroes que arriesgan la vida por México. Podríamos decir que lo que ha montado el mal gobierno no es un operativo que tenga por prioridad el rescate de vidas, sino un montaje que busca revivir su propio cadáver, víctima de un derrumbe mucho mayor: el de su legitimidad. Llegado un momento detienen toda acción de rescate y no permiten a nadie acercarse siquiera, ni dan información, abandonando a quienes pudieran haber sido rescatados y dejándolos morir entre las ruinas de los edificios caídos. Eso sí lo hacen muy bien. Son expertos asesinando y desapareciendo al pueblo.
Para nosotros, hombres y mujeres de abajo y a la izquierda, lo que demuestran el mal gobierno y sus socios criminales, como las televisoras, es un profundo desprecio por la vida. Para ellos, solo se trata de un espectáculo macabro que viene muy bien a sus intereses de militarización de la vida cotidiana y para reconstruir la imagen social de un ejército que, lejos de defender al pueblo y la soberanía de lo que queda de nación, ha demostrado ser el principal protector de los intereses de los capitalistas trasnacionales y un implacable asesino del pueblo, especialmente de quienes resisten al despojo de sus territorios, sus aguas, su cultura, sus vidas comunitarias.
Advertimos también el intento de despojo y desplazamiento forzado de las víctimas (para esto los sismos les vinieron muy bien). Lo mismo en las comunidades rurales que en las ciudades afectadas, los desastres les sirven de pretexto para limpiar de pobladores las zonas que interesan al gran capital. En las ciudades, principalmente en la de México, el sismo sirve para acelerar el proceso de gentrificación y entregarle nuevos terrenos a la mafia inmobiliaria asociada con los políticos de todos los colores, cuyas construcciones levantadas en años recientes, fueron las que más se dañaron, reflejando la laxitud en la aplicación de las leyes, cuando no la adaptación de estas para eliminar requisitos de seguridad en las construcciones.
Repudiamos el cobarde uso proselitista que politiqueros partidistas de los poblados y ciudades de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Puebla, Morelos, Estado de México y Ciudad de México, hacen de las ayudas que ellos no aportan y que en la distribución de la misma discriminen a quienes no son sus incondicionales o se someten a ellos. También el olvido intencional de las víctimas incómodas, las que no renuncian a su tierra para dejársela a los capitalistas que promueven proyectos de muerte, eólicas en Oaxaca, minas en Puebla, proyectos inmobiliarios en el Distrito Federal. Las inmobiliarias son en la ciudad los megaproyectos de muerte que colonizan el territorio nacional y que actúan con el auspicio y complicidad de las autoridades de los malos gobiernos.
Por si fuera poco, demuestran tener mucha prisa por volver a una aparente “normalidad”, aunque para ellos deban desaparecer a las personas que siguen atrapadas en los escombros, algunas vivas, otras no. Pretenden con esto ocultar la real magnitud de la tragedia y la enorme corrupción de quienes administran hoy, y lo hicieron ayer, los gobiernos de todos los niveles. Las vidas no importan, ni la dignidad de los muertos. Para ellos, un digno funeral no entra en sus cálculos monetarios ni políticos. Les importa que “no huela a muerto” y la cifra de víctimas, la oficial claro, no se incremente. Para nosotros, cualquier víctima, viva o muerta, que no se rescate representará un desaparecido forzoso, pues es el mal gobierno el que pretende desaparecerlos y tirarlos entre escombros, privando a sus deudos de la posibilidad de rescatarlos con vida, o siquiera darles una digna despedida.
Lamentamos mucho que al desprecio oficial se sume el de una clase media, a la cual se le está ayudando sin distingo alguno en estos momentos de zozobra. Nuestros hermanos otomíes que habitan diversos predios en las colonias Condesa y sus alrededores, sufren por el daño a sus viviendas, ante lo cual han decidido resistir permaneciendo enfrente de sus predios. A esta resistencia la atacan los gritos iracundos, discriminatorios y racistas de esa misma clase media que juega a la solidaridad selectiva, si acaso. No permitiremos que nuestros hermanos sean agredidos y forzados a desplazarse a los albergues que ellos rechazan. Los acompañamos en la lucha por conservar sus espacios, que tendrán que reconstruidos de manera autogestiva y con el apoyo desde abajo, pues para esos clasemedieros también existen víctimas de primera y de segunda.
De manera urgente, convocamos a la sociedad a rechazar el pretendido intento de finalizar la búsqueda de sobrevivientes y cuerpos. Esa es y debe seguir siendo la prioridad, y no la maquinaria o las telas de una fábrica textil, o la imagen bonita de una ciudad color de rosa. No permitamos un nuevo crimen de estado, ahora contra las víctimas de los sismos. No nos importan protocolos que ponen tiempo a la vida, nos importa la vida. Sabemos que en otros casos, se han recuperado con vida personas atrapadas por muchos días, semanas incluso. No deben entrar máquinas a remover escombros mientras falte una sola persona por ser rescatada.
Vamos a impulsar la reconstrucción autogestiva, que es reconstrucción no solo física sino del tejido social que ha destruido el mal gobierno.
Defendemos el desarrollo de las comunidades autónomas indígenas atacadas por la contrainsurgencia.
Defendemos el trabajo civil, constructor y defensor de vidas.
No vamos a ceder en el rescate de víctimas vivas y muertas.
No vamos a ceder territorios, autonomía y organización.
No vamos a dejar que el acopio popular sea monopolizado por el ejército, el Estado y las empresas capitalistas.
¡Ninguna sin rescatar!
¡Ni un solo desaparecido más!
¡No al desvío de los acopios!
¡Queremos rescatar a todos!
¡Fuera ejército y marina!
¡Viva la vida!
¡Viva la organización popular!
¡Vive México!
Brigadistas y solidarios adherentes y simpatizantes de La Sexta reunidos en el Café Zapata Vive el 21 de septiembre de 2017.
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De Amador Fernandez-Savater
Amanecer tranquilo en casa, con nuestros cuatro “invitados”: B, T y sus hijos pequeños, que han creado un nuevo súper-héroe: el Señor Temblor. También se juega a los temblores para acostumbrarse a ellos.
Después de desayunar, nos organizamos para echar un vistazo y una mano en el centro de la ciudad. Vamos en coche a comprar alimentos y medicamentos y llevarlos a los “centros de acopio” del barrio de la Narvarte. Máximo pragmatismo, máxima eficacia en un grupo formado mayoritariamente por mujeres: en pocos minutos llenamos dos carritos (de gasas, de compresas, de insulina, de frijoles…) en un mall monstruoso y estamos de salida.
Por todas las calles de la Narvarte, un hormigueo de grupos, bicicletas, motos, furgonetas, camiones repletos de gente que van y vienen. Son las “brigadas”, lxs voluntarios. Lxs brigadistas dirigen el tráfico, ayudan en el desescombro, se la juegan entrando en los edificios a punto de hundirse para sacar documentos, preparan alimentos, llevan medicamentos, linternas, cuerdas, juguetes, prestan apoyo psicológico… La organización del hormigueo es un misterio, pero funciona.
Una pregunta: ¿dónde está la policía, el ejército, la administración? “No hacen más que estorbar”, dice alguien. Forman por ejemplo vallas de seguridad que impiden el acceso de los voluntarios, que son -recuerdo- quienes llevan los botiquines a los zonas de desastre. La verdad es que se les ve torpes, con pocas habilidades de cooperación, bloqueados si no hay órdenes, pesados y lentos.
“Lo único legítimo del Estado son los topos”, me dice alguien. Los topos son los equipos de rescatistas, creados después del terremoto del 85, muy profesionales, pero no asalariados (eso me cuentan).
El recuerdo del temblor del 85 es una constante en las conversaciones, entre quienes lo vivieron y quienes lo conocieron de oídas. Es una especie de huella latente que se activa hoy de una manera precisa: tenemos que hacernos cargo de lo sucedido, porque nadie lo va a hacer por nosotros. A los cinco minutos de caerse los edificios, ya había gente sacando personas de los escombros. Es quizá el gran mito mexicano (después de la revolución): el mito de la sociedad civil en acción.
Es impresionante lo que ha producido el Señor Temblor y no me refiero sólo a los edificios colapsados, sino a este desborde increíble de energía, solidaridad y autoorganización. México no es sólo la corrupción y la violencia que se ven en los medios. Es lo que me gustaría transmitir con estas notas.
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Sismo en la CDMX
Mucha banda libertaria ha estado apoyando en las brigadas de voluntarios en las zonas dañadas por el sismo del 19 de septiembre del 2017 en Mexico donde mucha gente ha quedado atrapada en escombros debido al derrumbe de varias viviendas. Se ha estado demostrando una vez mas la autoorganizacion, el apoyo mutuo y la solidaridad entre la poblacion desde las primeras horas de lo sucedido. Un saludo a toda la banda combativa ya que estas situaciones es parte d elucha y autonomia tambien.
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Una vez mas contamos con otro lp de Ahna en esta ocasion es el titulo «Empire»
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